Estos hechos, por sí solos, deberían justificar la existencia de Economía en los currículos de la enseñanza secundaria. Sin embargo, en un país como España, cobra aún más sentido por el tamaño y composición de nuestra economía: cotas elevadas de prestaciones asociadas al estado del bienestar, un grado de financiarización alto y dependencia de financiación exterior, características que generan un complejo entramado de pago de impuestos, ayudas y transferencias entre los distintos agentes económicos que no son siempre bien entendidas por la ciudadanía. Por tener una referencia, en el año 2019 el gasto total de las administraciones públicas españolas fue de más de 523 mil millones de euros, un 42% del Producto Interior Bruto, de los cuáles, más del 65% correspondieron a salud, educación y protección social (principalmente pensiones).
LA ECONOMÍA COMO MEDIO PARA GANAR CONTEXTO
A diario, escuchamos en los distintos medios de comunicación grandes cifras sobre el gasto en pensiones, si es o no sostenible o si debe ser pagado con cotizaciones o con impuestos. Igualmente, se habla de miles de millones de euros en inversión asociados al Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, sin olvidar las recurrentes piezas informativas sobre los impuestos de la electricidad o los (¿altos?) impuestos a los autónomos. Este bombardeo constante de datos, sin un contexto, hace difícil al ciudadano comprender, siquiera aproximarse de una manera crítica a un debate sobre temas que le son o deberían serle de mucho interés, ya que de ellos dependerá su propio bienestar presente o futuro.
Y es ahí donde no debemos dejar pasar la oportunidad de formar a nuestros jóvenes para que puedan forjar unas bases desde su adolescencia que les permitan saber, por ejemplo, a dónde se destinan los impuestos que pagan sus progenitores, qué servicios les son prestados por su ayuntamiento, su comunidad autónoma o el Estado, cuánto les cuesta a las arcas públicas (con los impuestos de la mayoría) una intervención quirúrgica o la plaza que ocupan en su centro de enseñanza público o concertado. Todo esto sin olvidar que en un mundo globalizado e hiperconectado no existen espacios grises, por lo que aquellas materias o aspectos de nuestro sistema económico que hace unas décadas se mantenían en el desconocimiento, pueden llegar a ser utilizadas como arma arrojadiza dentro de un ecosistema de exceso de información y noticias falsas. Si el pensamiento crítico ha sido siempre el motor que nos ha permitido avanzar como sociedad, hoy más que nunca es necesario para entender nuestro cada vez más complejo mundo y tomar decisiones de manera racional.